sábado, 12 de diciembre de 2009

UN RELATO A MEDIO TONO


El domingo cuando el periodista Valentino López fue al albergue Hogar de Cristo, ubicado en San Miguel, para hacer una entrevista al Padre Martín Sánchez, le dijeron que había salido en la madrugada para resolver una urgencia en una de sus panaderías “Los Cinco Panes” y aún no había regresado.

A Valentino López le pareció normal escuchar esa noticia, pues cuando concertó la entrevista hace una semana, el Padre Martín le había asegurado que era un hombre muy ocupado, sin un horario fijo de trabajo. Desde que el joven periodista había llegado a los exteriores del albergue a las nueve de la mañana ya había pasado más de una hora de la hora acordada, y solo podía apreciar una gran reja de color verde y aun hombre de aproximadamente cincuenta años, que vigilaba todo sus movimientos.

Valentino López, para no aburrirse, fue sin apuro hacia una bodega cercana para comprar unas galletas de chocolate, pues el portero le había dicho, que el Padre Martín llegaría luego de media hora. Sin embargo a su regreso, todavía no había noticia del sacerdote.

Tras quince minutos de espera, repentinamente llegó un carro blanco con lunas polarizadas e ingresó raudamente al albergué. Al ver ese acontecimiento, parecía que todo ya estaba organizado logísticamente entre el chofer y el portero.

Luego de eso, el joven periodista corrió con gran apuro a preguntar al vigilante si era el Padre Martín, y este asentó con la cabeza-y le dijo que el sacerdote lo esperaba en su oficina.

Valentino López ingreso al albergue Hogar de Cristo sin apuro y más tranquilo, solo con una sensación de sabor dulce en su boca, que le recordaba siempre la buena suerte en su vida. Sin embargo esa sensación se fue nublando poco a poco hasta llegar a un gusto agrio, que lo dejo preocupado y pensativo. En eso, empezó a repasar en su mente la biografía del Padre Martín y las preguntas que debí hacerle al Padre Martín. Musitó en silencio.
El padre Augusto Martín Sánchez nació en Lima en 1967 y es el último de cinco hermanos. Sus primeros quince años trascurrieron en el Pueblo Joven Santa Rosa en el Rímac, desde muy pequeño estuvo muy cercano a la vida religiosa siendo monaguillo (acólito de Misa), pero eso no le impidió disfrutar en sus ratos libres de bailar Marinera Norteña y participar en varios concursos Interescolares de Historia y Literatura, de Matemáticas, de Dibujo, de Biblia, de poesía, de canto, entre otros donde obtuvo muchos premios.
En su edad escolar siempre fue un excelente alumno, es así, que todos los años ocupaba el Primer Puesto y al egresar de la Secundaria obtuvo el Premio Excelencia, lo que le permitió postular a la Escuela Militar de Chorrillos entre los “Selectos” (todos los primeros puestos de los colegios).
Entre sus más añorados recuerdos está su constante preparación siendo autodidacta durante sus vacaciones en el estudio matemáticas, de inglés, italiano, hebreo, griego, alemán y francés.
Su experiencia como Cadete en la Escuela Militar de Chorrillos, donde ingresó a los 16 años y perteneció al tercio superior de su promoción, la recuerda con mucho orgullo y satisfacción, pero además no olvida que cuando estaba en el Tercer Año de Cadete Militar, descubrió que su verdadera vocación era servir a su país pero con una misión que superaba la disciplina castrense.
En tanto, el vigilante guió a Valentino López por un patio de tierra hasta la oficina del sacerdote, que estaba ubicado, en el segundo piso de unos departamentos. En eso, salió el Padre Martín, desesperado con un celular en la mano, muy preocupado, porque uno de los jóvenes, que laboraba en la carpintería “El Taller de Nazaret”, se había accidentado. A pesar de la intranquilidad, le saludo cordialmente al joven periodista y le dijo, que no podía atenderlo, pues debía salir nuevamente con urgencia para cuidar a uno de sus hermanos. Pero le aseguro que podía tomar todas las fotos que quisiera del albergue.
Tras esta nefasta noticia, lo único que le quedo a Valentino López fue visitar a los diferentes pacientes del albergue Hogar de Cristo para tomarles las fotos. Allí, vivían minusválidas, ancianos y locos, que fueron abandonados por sus familias en las calles, por que no tenían dinero para mantenerlos o era un estorbo.
El desaire por parte del sacerdote a Valentino López, aún permanecía en su conciencia, sin embargo eso quedaría en el olvido, cuando el joven periodista se quedara atónito al hallarse frente a diferentes personajes.
Ingreso, a un cuarto no tan oscuro, donde vio a dos ancianas sentadas en silla de ruedas. Ambas no se miraban ni se hablaban, solo dormían en su tristeza como esperando, que la muerte las recoja. Al periodista, una sensación de escalofrió lo embargo por un momento y su corazón se detuvo por un instante, su alma sintió, que la muerte ya rondaba esas paredes, por eso se alejo muy rápido.
Para no sentirse solo, visito el cuarto aledaño donde encontró a otro paciente, sentado en una silla de ruedas, lo miró varias veces, tanto así, que pensó que estaba muerto, pues estaba inmóvil observando una foto de un niño de aproximadamente de dos años. Valentino López se acerco y le pregunto ¿Por qué observa la foto con tanta melancolía? Y el señor le respondió con lágrimas en los ojos, que era su hijo, su único hijo y que murió en el hospital Santa Rosa por problemas cardiacos. El hombre vestía con un polo rojo y unas canas blancas resaltaban en su cabeza. Tras ese comentario, lo embargo una profunda tristeza pues, la mirada del niño parecía viva. Tenía unos grandes ojos negros, que le miraban fijamente al periodista.
Ante tal acontecimiento, salió al patio para respirar y desahogarse un poco, pues mucha tristeza lo podía matar. Aprecio en el patio un gran árbol de eucalipto, que intoxicaba el ambiente con su olor característico.
Paseo su mirada casi por todos los cuartos, pero lo que le sorprendería más, fue lidiar con una anciana de aproximadamente setenta años, quien violentamente le grito por tomarle una foto e incluso se burlo de Valentino López sacándole la lengua, sin vergüenza.
“El albergue cuenta con pabellones para ancianos, locos y minusvalidez”, musitaba en silencio, Valentino López, cuando abandonaba el lugar a las doce del medio día, tras tomar muchas fotos para hacer su gran reportaje.

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