viernes, 11 de diciembre de 2009

ASÍ MURIÓ EL GRINGO THORNDIKE




En una noche trágica de aquellas, el gringo Guillermo Thorndike escribe con una vitalidad de adolescente el quinto volumen de la biografía de Miguel Grau, héroe de la Guerra del Pacífico, sentado frente a su computadora. Y en la habitación se escuchaba el sonido suave y placentero del las teclas del ordenador, de las cuáles, emergía una tonada del genio creador.

Las ideas se entremezclaban y las hojas blancas se llenaban con una gran facilidad, ya que el “Elefante Magistral” tiene la capacidad de escribir un promedio de sesenta palabras por minuto.

En plena faena de literato empedernido siente una fatiga con un vahído. En eso siente un escalofrío que le recorre todo el cuerpo desde la superficie de su piel hasta lo mas profundo de su ser.

Con gran temor percibe un miedo frío, que lo deja pensativo por un momento. Con un espíritu pícaro dice: “eso son síntomas de viejos” y suelta una carcajada rebosarte llena de vitalidad. Para despejar un poco su duende creador se levanta de su silla y se dirige hacia la ventana donde se sienta en una pequeña banca de madera.

Ahí, evoca sus años de estudiante en la Universidad San Marcos durante los años de 1957 y 1958. Con gran fascinación y orgullo, recuerda como escribió su primera obra:”los ojos de la ventana” (1958), que fue publicad en Buenos Aires - Argentina. Todavía fatigado, “El elefante Magistral” hace una reminiscencia de cómo, a sus diecinueve años, ingresó a formar parte de la plana de reporteros del diario La Prensa.

Luego de un breve descanso regresa a su habitual rutina con más ganas y predispuesto a poner todo de sí para redactar una magistral obra. Pero antes se pregunta ¿Cómo puedo darle un mayor valor humano a Miguel Grau? ¿Cómo puedo hacer para que mi narrativa enganche al receptor? ¿Será suficiente la información que poseo de él?... En ese momento, cuando “el Maestro” hacia el proceso de análisis y reflexión siente un dolor en el pecho. Respira fuerte y con delicadeza lleva sus manos grandes a la altura de su corazón. Su rostro refleja el gran dolor. Aquel órgano vital se detuvo por 5 segundos y todo se torno oscuro para “el Rey de los Tabloides”.

Luego del suceso volvía en sí, aterrado no sabía que le ocurría, su cuerpo temblaba, sus manos sudaban y tenía una sensación difícil de describir. La soledad y la tristeza lo embargaban, las lágrimas brotaban de sus ojos y recorrían su rostro blanco y arrugado. Pero el aún no comprendía, que le estaba pasando, y seguía con esa sensación vacía en el alma.


Pero en el fondo, el gringo Thorndike sabía qué le ocurría, pero no quería creerlo, sabía que su final estaba cerca (su muerte). Por ese motivo, fue hacia el almacén para coger una botella de wisky y brindar por última vez en la vida. Luego regresó y se sentó nuevamente frente a su computadora. Antes del amanecer, encuentran al “el Rey de los Tabloides”, muy convaleciente recostado en su cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario