miércoles, 9 de diciembre de 2009

CARTA A UN AMOR QUE NO SE OLVIDA





Querida princesa del imperio Wari ¿estará aun esa esencia de niña andina en los campos de los maizales y trigales de la comunidad de Aulla, en Ayacucho?

Ojalá lo encuentre hoy cuando mi alma disfrute de una caña con sabor a Mayo. O mis manos toquen las paredes de los caminos del pueblo. Ojalá.

Recordaras, en la infancia, que te mandaba besos volados con un aire de niño occidental, a pesar de ser ayacuchano. Y aunque nunca me miraste como yo te mire, te amaba en silencio, desde la soledad de mi vida.

He preguntado en el pueblo, por tí, a la abuelita Felicita de 75 años, pero no me ha dado razón. Al principio, me dice que estas en Lima, sin embargo, luego cambia de parecer y asegura, que has muerto.

Pese a ello, no me rindo y sigo consultando a otras personas que te vieron nacer y crecer en el valle. He corrido como loco de casa en casa, preguntando por tí, pero nada, no hay noticias. Todos dicen que no te conocen.

De esta mera te sigo buscando, aunque no lo sepas. No solo he llorado en las noches por tí, sino he visitado los lugares donde crecimos juntos.

Recuerdas el jardín de la comunidad donde compartimos los libros y los colores. Lo he contemplado hasta el cansancio. Hasta he visto tu alma paseando por ahí. Sabes, sigues hermosa como siempre, te salude con los ojos llorosos, mas no me contestaste ni una palabra.


La gente me dice que he enloquecido. Precisan que un condenado me ha poseído y he perdido el juicio.
Me he puesto como loco a chupar caña de maíz solo para recordar tu esencia, esa que enloquecía a todos los jóvenes del pueblo.


He robado trigo de las chacras de algunos campesinos del lugar, solo para recordar tu rostro. Sí, eras de tez blanca como la Sara Sara, lo recuerdas. Sí lo recuerdas.
La gente del pueblo me esta buscando, me quiere matar, dice que soy un loco. Tú sabes que no es cierto. No. Aseguran que soy un mal ejemplo para sus hijos. Me quieren lanzar al barranco. Sí, ese profundo precipicio. Te acuerdas que se llama Jagapata.


Si, ese mismo, donde doña Margarita aventó a su esposo en la noche, solo para estar con su amante. Mi princesa no se como salvarme de esta horda de personas. Le he rogado a mi padre que no me abandone. A Puca – Puca, el Apu, que me vio nacer.


Escuchas la bulla, se acercan. La casa de mis abuelos no fue un gran escondite. Creo que lo quieren quemar. Pero sabes algo, moriré feliz solo pensando en ti, mi princesa del imperio Wari. Chao
Nos veremos en la otra vida.

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