Con unos ojos llorosos y una mirada perdida, Juan vio por última vez a su abuelo en la cama de un hospital. No conocía a su abuelo sin embargo, si sabía como era. Bajo apresurado del auto rojo de su padre, y corrió con toda sus alma, por una ancha escalinata, que lo llevaría a la cuarto, donde el “tarzan”, apelativo de su abuelo, lo esperaba. Diviso el cuarto oscuro y vio a un hombre de cabellos blancos, de cuerpo escuálido sentado sobre una cama, mirando hacia el horizonte, como quien presintiese que va morir. Tarazan se veía desprotegido.
domingo, 20 de septiembre de 2009
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