sábado, 28 de noviembre de 2009

CRÓNICA DE UNA NOCHE SIN ALIENTO



Desesperado y un poco temeroso, pedro cruzó rápidamente la plaza de tierra de Rumikilla una noche de abril de luna llena, pues la vaca lechera de su abuelo se havia extraviado.
La buscó en las chacras del pueblo, en la quebrada y en el río, incluso fue hasta el cementerio, pero fue inútil, pues no la encontró. Cansado y pensando lo peor, se recostó sobre el suave gras de una de las chacras de su abuelo y observo el cielo inmenso lleno de estrellas en el firmamento.

En eso escucho a una Secha, pájaro que guía el camino de las almas condenadas, según las creencias andinas. Pedro no supo que hacer. Un escalofrío cortante atravesó todo su cuerpo. Se havia quedado desconcertado. Un olor nauseabundo invadió el ambiente, el joven tuvo un vahído, literalmente la cabeza se hinchó y no podía moverse. Solo podía ver una bola roja que se acercaba rápidamente hacia él”

Pedro empezó a rezar en silencio. No sabia que hacer. En eso, evocó la historia, que le relato su abuela Felicita sobre los fantasmas. Le había dicho que cuando una persona se encuentra con un condenado en la noche, este no solo le succiona el alma sino también su cuerpo. Solo deja en el suelo el hueso, el pellejo y la ropa del individuo. A su vez, también le dijo que la única forma de evitarlo era cruzando un acequia con agua que fluya.

Con esta información, pedro corrió hacia la acequia en la oscuridad de la noche. Pero antes de llegar al caudal, cayó en el intento.
Se golpeo el rostro contra una piedad e incluso casi se fractura la tabique. Se levantó casi sin poder. Pidió auxilio. Grito. Y nadie le contestaba. Solo escucho el eco de su voz, que llegaba a él con el aire frió que perforaba su rostro.

Siguió pidiendo auxilio, pero fue inútil, pues nadie lo escuchaba.
En eso, muy cerca, vio la bola roja que se acercaba muy rápido. Parecían ser caballos, pues los trotes se escuchaban muy fuertes.

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